Ensayos políticos


¿Cómo España podría tener gobierno aún con los peores políticos imaginables?

Un sistema a prueba de desacuerdos y electoralismos



    
     Ahora mismo, en España tenemos un gobierno provisional. Esto significa que no se pueden aprobar leyes, lo cual afecta a muchas personas laboral y legalmente. Además, esta situación de inestabilidad e incertidumbre provoca caídas constantes de la bolsa española, hace retroceder nuestra economía y disminuye la inversión extranjera en nuestro suelo. Por si esto fuera poco, volver a organizar unas elecciones nos cuesta unos 150 millones de €, dinero que por supuesto saldrá de recortes en sanidad, educación, empleo, etc; o tal vez de nuestros impuestos, o mucho más probable, de todo a la vez.

     En definitiva, tener un gobierno provisional dista mucho de la situación política ideal para cualquier país.


     Debo de confesar que tenía cierto interés en la actitud de los candidatos españoles en esta campaña electoral. Daba por sentado que todos se iban a echar la culpa los unos a los otros de tener que volver a repetir las elecciones, pero albergaba alguna pequeña esperanza de que propusieran una solución, un cambio en el sistema institucional español que impidiera que esta situación de bloqueo no se volviera a repetir.


     Pero mis ilusas ilusiones pronto se han ido desvaneciendo. La campaña electoral de los 4 grandes partidos efectivamente se limita a un cúmulo de reproches y ataques personales que alejan el debate público del centro de la cuestión.



     Así que, ante este vacío total de propuestas, me toca lanzarme a mi. La pregunta que debo hacerme en este punto es: ¿Cómo rediseñar el sistema político español a prueba de unos políticos incapaces de ponerse de acuerdo?


     Pues bien, hagamos un repaso de posibles mejoras que podríamos introducir con el objeto de regenerar nuestra democracia:



1. Más proporcionalidad

     En primer lugar, vamos a empezar con la única que he oído a los partidos (algunos) proponer alguna vez: reformar la ley electoral. Esta idea la introdujo en el debate español hace unos cuantos años UPyD, y fue también apoyada por IU. Actualmente también es defendida por Ciudadanos y, aunque en menor medida, por Podemos.

     Consiste en aumentar el tamaño de las circunscripciones electorales y reducir su número. Es decir, que los escaños del Congreso no ser repartan entre las 50 provincias, sino entre entidades con más población. Pongo un ejemplo, Ceuta solo tiene 1 diputado en el Congreso. Por tanto, solo el partido más votado en esa provincia estará representado en la cámara. En las últimas elecciones fue el PP, por tanto los votos a PSOE, Podemos, C'sIUPacma o UPyD en Ceuta, se perdieron en el limbo.


     Sin embargo, si los ceutís votaran las mismas listas que los melillenses, gaditanos y malagueños en total elegirían 22 diputados. Por tanto, todos los partidos que no son el PP también aprovecharían los votos de Ceuta para sumar diputados. El voto de todos estos ciudadanos, independientemente del lugar donde voten, valdría lo mismo.


    Como es evidente, este sistema favorece a los partidos pequeños. Sin duda refleja más la voluntad real del pueblo, por el simple hecho de que menos votos se pierden.


     Esta fórmula presenta varias variables. En los ejemplos más radicales podrían reducirse el número de circunscripciones incluso a una (como ocurre en países como Holanda o Israel). Podría también combinarse con el sistema actual, por ejemplo la mitad de los escaños por circunscripción única y la otra mitad por provincias (algo así hacen en Alemania).


     Como lo haríamos en España se me antoja un misterio ya que, aunque son varios los partidos que abogan por este cambio, rara vez (por no decir nunca) explican exactamente como quieren hacerlo. Se limitan simplemente a publicar estadísticas de dudoso rigor matemático en la que muestran como precisamente ellos tendrían muchos más escaños así, pero sin molestarse en explicar muy bien como han llegado a ese cálculo.


     No obstante podemos afirmar que, fuera como fuese, sería un sistema más justo que el actual. Ahora bien, ¿ayudaría a formar gobierno con mayor facilidad?


     Probablemente no. En España bajarían el PP PSOE mientras que subiríanPodemos C's. Seguiríamos pues sin mayorías absolutas, con 4 partidos que tendrían que ponerse de acuerdo. De hecho, al promocionar los partidos pequeños, quizás otros entrasen en el Congreso (como PacmaUPyDVox...), lo cual añadiría aún más actores a la película.



2. Barreras electorales


     Si vemos pues el excesivo pluralismo parlamentario como un problema para alcanzar un gobierno, existen otros métodos electorales para tratar de acotar el número de partidos que llegan al parlamento. Uno de ellos es subir la barrera electoral, el conocido como "método turco"


     En Turquía subieron el mínimo electoral para optar a tener escaños al 10%. Aunque se argumentó que se hacía en aras de buscar mayor estabilidad y gobernabilidad, en realidad se hizo con el bastante lamentable propósito de marginar a los kurdos de la política nacional.


     Así los turcos han logrado tener solo 3 partidos en el Parlamento durante muchos años: El conservador de Erdogan, el socialista y el fundamentalista islámico.


     Sin embargo, personalmente no creo que la solución al problema deba pasar por vetar partidos. En España si pusiéramos la barrera al 10% (tanto a nivel nacional como en cada circunscripción), estaríamos perpetuando para siempre a PP-PSOE-Podemos-C's, que estarían muy sobrerrepresentados.


     Así, nos cargaríamos de un plumazo partidos como IU, regionalistas, nacionalistas, etc; con lo cual ignoraríamos muchas de las realidades españolas. Aparte haríamos imposible la entrada de nuevos partidos como PacmaUPyD oVox, que son precisamente los que menos culpa tienen del problema que estamos tratando.


    Además, este sistema tampoco funciona muy bien. Finalmente los kurdos se acabaron uniendo entre ellos y en las elecciones de 2015 lograron entrar en el parlamento turco. De hecho, también hubo que repetir dichas elecciones pues Erdogan no logró mayoría absoluta y no fue capaz de pactar un gobierno con ninguna de las otras fuerzas.



3. El que gana se lleva premio


     Este método ha sido utilizado con éxito en otros países con problemas de estabilidad gubernamental, como Grecia, Italia e incluso a nivel regional y local en Francia (aunque aquí se utiliza simplemente para fastidiar al Front National de Marine Le Pen).


     En Grecia realmente Syriza (el partido de Alexis Tsipras) tan solo ganó a los conservadores de Nueva Democracia por 20 escaños de diferencia. Pero por ser el más votado, el sistema electoral le regala 50 más, con los que tiene una clara mayoría que le facilita formar gobierno.


     En España este sistema habría beneficiado claramente al PP. Si por ejemplo le regalásemos 60 escaños a la fuerza más votada, el Partido Popular habría obtenido alrededor de 170 diputados (la mayoría absoluta está en 175). Además, el resto de partidos habrían bajado al mismo tiempo (de algún sitio tienen que salir todos esos escaños).


     Este sistema si que parece efectivo pues. El problema de nuevo es que volveríamos a tener un parlamento poco legítimo, ajeno a la verdadera realidad de la España de hoy en día. Sería una mayoría absoluta fabricada, que no auténtica.




     Así pues, ¿no hay una manera de lograr un gobierno sin tener que renunciar al principio de plurarismo político, tan ligado a cualquier democracia que se precie?


     Pues aquí mi solución. Tan fácil como AÑADIRLE DEMOCRACIA A LA DEMOCRACIA.




4. Elecciones presidenciales

     Mi propuesta es tan sencilla como votar directamente al presidente del gobierno, además del Congreso de los Diputados. Esto es algo que ya se hace en muchos y políticamente muy distintos países del mundo (como Estados Unidos, Francia o Venezuela).

     Es decir, los ciudadanos españoles votaríamos como siempre a nuestros candidatos en el Congreso. Pero al mismo tiempo, también manifestaríamos en otra papeleta específicamente si queremos que el presidente sea Rajoy, Sánchez, Iglesias, Rivera, Garzón, Maneiro, etc.


     En Estados Unidos votan cada 4 años siempre en noviembre (el mes es lo de menos). El candidato con más votos, ya sea Obama, Clinton, Trump o quien sea, es el nuevo dueño de la Casa Blanca. Y ya está. No hay más tonterías y nadie se tiene que poner de acuerdo con nadie en el Congreso. De esta manera se aseguran que todos los noviembres cada 4 años tendrán nuevo gobierno.


     Este sistema además refuerza la separación de poderes pues el parlamento deja de estar directamente relacionado con el gobierno, y en principio puede ejercer una oposición más libre.


     Existen varias formas también de ejercer este sistema. Puede ser a una vuelta (el más votado es presidente, como en Estados Unidos). O a 2 vueltas (los 2 candidatos más votados vuelven en solitario a las urnas un par de semanas después, como en Francia donde Hollande tuvo que vencer 2 veces a Sarkozy).


     Personalmente, soy más partidario del sistema a una vuelta. Si estamos hablando de que queremos ahorrarnos elecciones (por el dinero que cuestan de organizar) tiene más sentido. Además, podría verme obligado a tener que elegir entre 2 candidatos que no me gusten un pelo (como habrían sido en España Mariano Rajoy y Pedro Sánchez).



     Aún con todo esto, esta opción tampoco es perfecta. El mayor riesgo que entraña es la posibilidad de que se de una situación en la que el gobierno y el parlamento sean de distinto color político, lo cual podría colapsar la política del país en cierta manera.


     Pero también hay soluciones para ello, algunas más deseables que otras. En Francia lo que han hecho es quitarle funciones al parlamento, para que no entorpezca al gobierno. Lo que se llama un "sistema presidencialista".


     Más aún en Venezuela, donde los chavistas han construido un sistema "madurista" que concentra todos los poderes reales en las manos del presidente de la nación. Maduro ganó (por decirlo de alguna manera) las elecciones presidenciales por un controvertido 51% y años después la oposición logró la mayoría en el Parlamento. Para ningunear a la Asamblea y dejarla en la práctica sin funciones, Nicolás Maduro utiliza todos los trucos constitucionales y extralegales a su alcance, e incluso se usa del poder judicial (controlado por él mismo) para invalidar sus leyes.


     Mucho más ideal es la solución americana. Aquí no existe la disciplina de voto, por lo que Obama puede gobernar perfectamente con un Congreso y Senado de mayorías republicanas. En este caso, Barack debe de tener en mente que necesita proponer leyes que gusten a los republicanos más moderados y no desagraden demasiado a los demócratas.


     Existe otra solución a este posible problema, organizar las elecciones presidenciales y legislativas el mismo día. En este caso, es muy probable que el partido del presidente en el gobierno también tenga mayoría en el Parlamento, ya que se antoja raro que mucha gente vote diferente para el legislativo que para el ejecutivo.


     En el caso español, probablemente ahora tendríamos una segunda legislatura de Rajoy, pero con una corta mayoría en el Congreso. De esta forma, el gobierno tendría que pelear en el parlamento ley a ley y propuesta a propuesta. Algunas se aprobarían y otras no.


     Los partidos en la oposición incluso podrían unirse para derogar alguna ley que consideraran injusta. Por ejemplo, tanto PSOEPodemos como C's han manifestado estar en contra de la Ley Mordaza, por lo que estaría en sus manos juntarse circunstancialmente para tumbársela al PP.


     Si un partido político se dedicase a votar sistemáticamente en contra de todo lo que propone el gobierno sin dar alternativas, podría tal vez conseguir su objetivo de bloquear la legislatura a corto plazo. Pero las experiencias en otros países nos muestran como a la larga esa forma de hacer oposición es castigada por el electorado.





     Desgraciadamente, todos estos temas están ajenos en el debate político español. La razón es muy simple: que los ciudadanos votemos más cosas implica reducir el control de los partidos políticos sobre el poder. A ninguno de ellos les interesa, y prefieren por ejemplo llevar el debate sobre reformas constitucionales hacia el clásico monarquía-república, una discusión tremendamente estéril en España pues la Jefatura de Estado está exenta de poderes ejecutivos reales.



     Así pues, navegamos de nuevo sobre otra absurda campaña electoral hacia unas posibles terceras elecciones.

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