viernes, 8 de julio de 2016

Análisis

Elecciones generales en Australia

Los conservadores logran imponerse al final de una reñida carrera, pero sin mayoría absoluta

En esta imagen de archivo, tomada el 3 de julio de 2016, el primer ministro de Australia, Malcolm Turnbull, se dirige a los partidarios de su partido durante un acto en Sydney tras las elecciones generales.

    
  Semana de infarto en Australia. Los 2 grandes partidos se disputaban el poder en unas reñidas elecciones. El complejo sistema electoral australiano ha eternizado el recuento hasta 6 días, mientras que dado a lo ajustado del resultado conservadores y laboristas celebraban cada escaño que les acercaba a la victoria.

    Como de costumbre, vamos a empezar por el principio. En el país más grande y rico de Oceanía la Cámara de los Representantes se disuelve cada 3 años. En 2013 la Coalición liberal (una unión histórica de 3 partidos conservadores) lograba imponerse claramente y su líder Tony Abbott se convertía en el nuevo Primer Ministro.

    Abbott se hizo tristemente famoso en el mundo por su llamada "Solución del Pacífico". Australia es la gran potencia económica de su zona y recibe grandes cantidades de inmigrantes, tanto por necesidad económica como refugiados escapando de las dictaduras de Indochina. 

    El nuevo Primer Ministro llegó a un acuerdo con Papúa y Nauru para abrir centros de retención fuera de Australia donde llevar a los sin papeles interceptados en las costas australianas. Allí eran retenidos en condiciones deplorables, hasta ser definitivamente deportados. Además puso en marcha una agresiva campaña mediática en televisión y radio, alertando que ningún ilegal sería bien recibido ni tratado en Australia.

    Estas deshumanizadas políticas anti-inmigración se ganaron la condena de múltiples ONGs, de ACNUR y de medio mundo. No obstante, gozaron de gran aceptación popular por parte de una masa social que se sentía ya harta de la tradicional solidaridad australiana de la que incluso occidente se ha aprovechado en algunas ocasiones.

    Sin embargo, pronto cambiaron las tornas. En contra de lo prometido, pasaron los meses y la economía no mejoró ni el paro bajó. Resultó que el problema no eran los inmigrantes y Australia había ensuciado su imagen en el mundo a cambio de nada.

    La popularidad de Abbott descendió rápidamente y su clara falta de talante político y diplomacia para entenderse con los independientes del Senado (donde no tenía mayoría) no ayudó. Ni siquiera lograba aprobar muchas de las medidas y leyes, que morían en la Cámara Alta. La Coalición se desplomaba en las encuestas.


 Sondeo de agosto 2015


    En ese momento surgió la figura de Malcolm Turnbull, su ministro de Comunicaciones que en una jugada a lo "House of Cards" sugirió que Abbott debía ser cesado para salvar las siguientes elecciones.

    Abbott aceptó muy torpemente el reto y se sometió a una votación interna entre los diputados del partido. La perdió por 54 votos a 44. El golpe de estado interno era una realidad.

    Con Turnbull en el poder, el electorado australiano reaccionó con más aceptación a un político más centrista. Incluso tuvo la hábil idea de sacar a debate la aprobación del matrimonio homosexual, para así desviar la atención de los problemas económicos.

    Pero había una realidad incuestionable, Turnbull era un Primer Ministro no electo, por lo que era muy cuestionado. Además, su situación en el Senado no mejoró demasiado y el gobierno seguía bloqueado.

    Con los sondeos otra vez parejos, el Primer Ministro decidió adelantar las elecciones unos meses y disolver ambas cámaras a la vez por primera vez desde 1987.

    Los laboristas presentaron de candidato a Bill Shorten, uno de los ministros con más popularidad del último periodo que gobernaron entre 2007 y 2013. La campaña duró todo el mes de mayo y dado la igualdad de la competición, fue más intensa de la costumbre.

     Se habló de inmigración, economía y matrimonio homosexual. Se realizaron hasta 3 cara a cara entre Turnbull y Shorten. Llegó al fin el 2 de julio, día de la votación.

     En Australia, la Cámara de los Representantes se elige por circunscripciones de un solo diputado. Además, existe el voto preferencial. Los electores pueden votar hasta por 4 candidatos, marcando el orden de su preferencia desde el 1º hasta el 4º. En primer lugar se cuentan solo las primeras preferencias. Si ningún candidato llega al 50%, se elimina al menos votado y se cuentan sus segundas preferencias. Así, hasta que alguien llegue al 50%.

     Este complejo sistema electoral es muy lento de contar. Sumado a que el domingo se decretó festivo y a que el voto en Australia es obligatorio (bajo pena de multa), el recuento se ha eternizado hasta el jueves. Y de hecho, aunque ya están claros aún no son oficiales pues no se ha llegado al 100% del conteo.

     A lo largo de estos días se han vivido muchas emociones. Los primeros sondeos a pie de urna dieron un empate técnico (73 a 73) entre los Laboristas y la Coalición. El lunes, los primeros ganaban lideraban por poco.

     Esta situación emocionó a los Laboristas, que subían cerca de 20 escaños. Shorten declaró eufórico: "¡El Partido Laborista ha vuelto!"

     A pesar de no llegar a la mayoría absoluta de 76, el partido izquierdista parecía tener todas las papeletas para volver al gobierno. Tenía más escaños y votos que sus rivales. Además, Los Verdes tradicionalmente les han dado su apoyo cuando lo han necesitado.

    Al mismo tiempo, durante el lunes y el martes la figura de Turbnull estaba siendo cada vez más discutida en el país. Ese Primer Ministro que no había sido votado y que en su primera votación perdía cerca de 20 escaños. Sin embargo, sus defensores recordaban que cuando cogió el gobierno la Coalición estaba hundida en las encuestas y en poco más de un año había logrado un resultado electoral aceptable.

     Pero aunque la Comisión Electoral daba ganador al Partido Laborista, la prestigiosa cadena de televisión ABC contradecía este resultado y anunciaba que la Coalición acabaría teniendo más diputados. Y así fue.

     A partir del miércoles el escrutinio dio un huelco y ahora eran los conservadores quienes estaban en cabeza. Las tornas cambiaron tanto, que el foco del debate cayó en Shorten. El Partido Laborista tuvo ayer que ratificarlo como su líder. 

     Los resultados definitivos confirmaron la victoria de la Coalición, a solo 2 escaños de la mayoría absoluta.



 Resultados al 99% escrutado



     Entre los diputados que forman el nuevo Parlamento cabe destacar la entrada de la laborista Linda Burney por la circunscripción de Barton. Se trata de la primera parlamentaria indígena de la historia del país. Toda una pionera.

     Con estos números, Malcolm Turnbull ha empezado ya su ronda de negociaciones. El primero con el que contactó fue con Bob Katter (líder del partido que lleva su nombre). Un experimentado político agrario que lleva desde 1993 ganando en Kennedy, una zona muy rural.

     Katter es el típico cawboy australiano de tendencias bastantes conservadoras, luego su apoyo se da casi por hecho. Esto deja a la Coalición a 1 solo escaño de la mayoría absoluta. Descartando Los Verdes, lograr el apoyo del Team Nick Xenophon o de uno de los independientes no se antoja muy complicado.

     No obstante, el nuevo gobierno Turnbull será menos fuerte que el anterior. Para empezar, gobernará en minoría, algo raro en un país con un sistema electoral que castiga claramente a los partidos minoritarios (Los Verdes con un 6% de votos solo se llevan 1 escaño) y favorece a los 2 grandes.

     Además, los conservadores no ganaron en casi ninguna de las grandes ciudades: Sidney, Melbourne, Perth, la capital Canberra...


 Los conservadores ganaron en las zonas rurales del interior. Los laboristas se impusieron en Sidney y Canberra. Los Verdes ganaron Melbourne, la segunda mayor ciudad del país



     De hecho, si nos ceñimos a los votos totales (las primeras preferencias) los Laboristas han ganado las elecciones a la Coalición por 12.000 votos.





     Además, el problema de los bloqueos del Senado no está ni mucho menos solucionado. Todavía no tenemos recuento definitivo de la Cámara Alta, pero todo parece indicar que la Coalición seguirá sin tener mayoría.

     La apuesta de Turnbull de disolver la cámara entera no le habría salido muy bien. Además, los laboristas le están culpando de haber provocado la entrada de Una Nación el partido de extrema derecha liderado por la xenófoga Pauline Hanson.


Nuevo Senado, a falta aún por decidirse 13 asientos


     Así pues está victoria "a medias" de la Coalición deja cierta incertidumbre al gobierno australiano y más aún a su Primer Ministro. Recordemos que Abbott no aguantó el mandato entero, y tenía 16 escaños más.



Firmado: David Rubio






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