miércoles, 11 de enero de 2017

Detrás de las cámaras... la realidad

Artículo sobre las razones por las que el gobierno ruso ayudó a Donald Trump, y por qué funcionó


    Este martes por la noche me quedé despierto hasta las tantas para seguir al dedillo el esperado último discurso de Barack Obama como presidente de los Estados Unidos.

    No cabe duda que nos va a dejar uno de los mejores oradores que jamás ha pasado por la Casa Blanca. Como siempre, su discurso fue casi perfecto.

    Habló de tolerancia y respeto. Recordó que tanto la democracia como los Estados Unidos se sustentan en el principio de que todas las personas (por diferentes que sean) caben dentro.

    Señaló también que la democracia hay que seguir construyéndola día a día, y que cada ciudadano debe de estar permanente vigilante y pendiente de las acciones de sus políticos.

    Con estos geniales argumentos, se distanció totalmente del discurso marcadamente xenófobo del próximo inquilino de la Casa Blanca y al tiempo llamó a filas a los americanos para que no le regalen una legislatura tranquila. Y todo ello, sin nombrarle ni una sola vez. Sublime.


     Pero curiosamente a quien tampoco nombró fue a Hillary Clinton, ni comentó nada acerca del asunto del hackeo ruso. Algo de lo que todo el país está hablando esta semana, y el argumento férreo al que su partido se agarra con fuerza para justificar su derrota injustificable de noviembre.

     Entonces, ¿por qué Obama no mencionó este asunto? ¿Por qué parece como si quisiera permanecer por encima de este tema?

     Pues bien, sin pretender afirmar que yo se lo que pasa por la cabeza del todavía presidente, puedo tratar de adivinarlo. Quizás Obama esté en el fondo avergonzado de este asunto. Ya que, por mucho que Rusia haya tratado de influir con una jugada muy sucia en unas elecciones presidenciales americanas, el contenido de dichos emails hackeados no dejan demasiado bien parado al Partido Demócrata.


     Resulta que Hillary Clinton estuvo durante 8 años preparando todo para su asalto a la Casa Blanca. Tras perder las primarias de 2008 ante Obama, consiguió entrar en su administración (como Secretaria de Estado nada menos) y utilizó su posición para asegurarse que la cúpula del partido estuviera ocupada exclusivamente por aliados suyos de cara a las primarias de 2016.

De hecho, llegó dicho año y nadie se atrevía a presentarse contra ella. Tenía el apoyo de todos los mandamases demócratas. Pretender desafiarla era una derrota segura.

    Pero no contaba con que alguien de fuera iba a plantarle cara. Un tal Bernie Sanders se sacó el carnet de su partido y presentó su candidatura. Y resulta que un pobre viejo izquierdista estaba conectando incluso mejor que ella con las bases de su partido. Y, al final de todo, la batalla estaba siendo difícil.

    Fue entonces cuando Hillary Clinton ordenó a la cúpula que hicieran descarada campaña a favor de ella. Un gesto seguramente innecesario, ya que iba a ganar las primarias de todas formas. Pero ella no quería un resultado ajustado. Pretendía ganar por goleada para ser una candidata de unidad.

    Pues bien. El servicio secreto ruso hackea estos emails donde se planea abiertamente hacer moving a la campaña de Bernie Sanders y los filtra a Wikileaks justo el día antes de la convención nacional del partido.

    Evidentemente, los seguidores de Sanders montan en cólera y se arma el caos. El Partido Demócrata llega las elecciones igual (o incluso más) dividido que su rival.

    ¿Es lamentable que los rusos intenten favorecer a un candidato estadounidense en las elecciones con jugadas sucias? Por supuesto.

    Pero esto no quita que Hillary Clinton haya actuado de forma claramente antidemocrática. Ésta es la parte del asunto del hackeo que los demócratas omiten en sus acusaciones. Y lo que avergüenza a aquellos que quieren que su partido tenga auténtica democracia interna, y no buscar una justificación a toda costa.


    Solo queda un tema por resolver. ¿Por qué los rusos apoyan de repente a los republicanos? ¿Dónde quedaron aquellos años de odio encarnizado entre Reagan y Brezhnev? ¿Se han vuelto todos locos?



    Pues volvemos al principio, a Obama. El presidente demócrata ha sido el gran azote de Vladimir Putin durante estos 8 años de mandato. Consiguió que la ONU apoyara duras sanciones contra ellos cuando invadieron Ucrania. También apoyó militarmente a los rebeldes sirios cuando Putin acudió a ayudar a su amigo Al Asad (el dictador sirio es un importante socio comercial de Rusia).

    Incluso Obama ha conseguido rebajar el precio mundial del petróleo, lo cual ha supuesto un gran varapalo para la economía nacional rusa, ya que se trata de su principal exportación.

    Además, llegó a un pacto anti nuclear con el otro socio comercial más importante de Rusia: Irán. Según dicho pacto, el gobierno iraní rebajó sustancialmente su fabricación armamentística y nuclear. Adivinen a quien les compraban los materiales.


    Pero Donald Trump ha dicho que Estados Unidos va a dejar de defender la democracia en el exterior. Que las agresiones rusas le dan igual. Que si Rusia invade Ucrania o bombardea a unos rebeldes en Siria, ese no es su problema. Que quizás incluso el dictador Al Asad es un buen tipo mientras no se meta con Estados Unidos. Y que el pacto con Irán es una abominación.

    Además, Donald Trump tiene importantes intereses comerciales en grandes petroleras, por lo que es muy probable que rompa las alianzas con Arabia Saudí y países del golfo firmadas por Obama y favorezca la subida del crudo. Eso sería malo para la economía de su país, pero muy bueno para sus intereses empresariales propios.



    Así pues, el mundo al revés. Los rusos aman a los republicanos y odian a los demócratas. El gobierno de Estados Unidos, tras años de ayudar impunemente a dictadores para sus propios intereses y fines, es castigado porque un presidente por fin hizo justo todo lo contrario.

     Y a todo esto, Donald Trump (que antes negaba la ayuda de Rusia en el hackeo) ahora se dedica a negar a tumba abierta que tenga negocios en el país ruso.
Los americanos perdonaron (e incluso premiaron) su imagen de xenófogo, machista y políticamente incorrecto. Pero, ¿podrán perdonar que un presidente parezca un traidor ruso antes ni siquiera de comenzar su mandato?

    Nunca un presidente estaba tan cubierto de barro antes incluso de empezar su trabajo. Veremos que hace para limpiarse.

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