miércoles, 31 de agosto de 2016

#Brasil




Se materializó el impeachment. Dilma ya es oficialmente expresidenta de Brasil... pero aún así tiene motivos para estar bastante contenta.

Cuando todos la daban por cadáver político, Rousseff se ha sacado una jugada de la manga que si bien no le ha servido para salvar su moribundo gobierno, al menos si ha logrado mantener su carrera política.

Se daba por hecho que hoy el Senado declararía culpable a la mandataria brasileña en la fase final de su largo, largo, larguísimo juicio político. Sus argumentos del lunes acerca de que todo se trataba de "un golpe de estado" no sirvieron precisamente para convencer a los senadores.

Ayer martes sus abogados comparecieron en el Senado para decir más de lo mismo. Mucha tensión, descalificativos de "golpistas" o "corruptos" y pocos argumentos por ambos bandos. Incluso se llegó a invocar a la voluntad de Dios en no pocas ocasiones.

Y hoy era el día definitivo. El impeachment necesitaba 54 votos de 81 para salir adelante (2/3 partes del Senado). Ya en mayo los senadores votaron a favor de comenzar el proceso con 55 votos. Lejos haber convencido a alguien de su inocencia, todo el mundo contaba con que hoy serían incluso más los que se posicionarían en contra de Dilma.

Dicho impeachment contaba además con un duro regalito adicional: 8 años de inhabilitación para presentarse a un cargo público. Dilma Rousseff tiene actualmente 68 años, así que esto le podía suponer la práctica muerte política.



La sesión final estaba programada para las 11 de la mañana. Pero cuando todo parecía perdido, los abogados de Dilma se sacaron su última carta. Aprovechando un vacío legal y la poca precisión de la Constitución Brasileña, alegaron que las votaciones del impeachment y la inhabilitación debían de celebrarse por separado.

Esto irritó de gran manera a los senadores más contrarios a Dilma. Protestaron por la irregularidad del cambio a última hora y se montó un debate no programado que se extendió a más de 2 horas y en el que se llegaron a proponer mil cambios en el proceso de votación.

El bastante sensato senador Omar Aziz (PSD) exclamó: "Con esta jugada, se está abriendo un mal precedente. Eduardo Cunha también podrá presentarse a las siguientes elecciones".

Recordemos que Cunha (antiguo presidente del Parlamento y enemigo número 1 de Dilma) también enfrenta un proceso de juicio político por corrupción.

Harto del imprevisto debate interminable, el presidente de la sesión Ricardo Lewandoski acabó por ceder a los partidarios de la presidenta y se votó por separado, con 2 horas de retraso.

Como era de esperar, Dilma perdió el impeachment por goleada (61 votos contra 20). Pero corrió mejor suerte con la prohibición a presentarse en las próximas elecciones. Solo perdió 42 contra 36, lejos de los 2/3 necesarios para inhabilitarla.

Por tanto, Dilma no consiguió el milagro de salvar su gobierno, pero si salvó su carrera. Esta pequeña victoria la impulsó para dar un discurso a todo el país desde el Palacio Presidencial de la Alvorada donde volvió a repetir su frase favorita "Esto fue un golpe de estado contra mi", pero también avisó al nuevo presidente Michel Temer que tendría "una oposición mucho más poderosa de lo que cree".

Estas palabras suenan a que Rousseff apenas ha sido revocada ya está pensando en presentarse de nuevo a las elecciones de 2018. Ha sido derrotada pero no es un cadáver político, en contra del deseo de sus enemigos políticos.

Sobre una hora después llegó Michel Temer al Congreso para asumir su nuevo cargo. Estaba sonriente y rebosante de felicidad, como si aún no se creyese que todo plan estuviera saliendo bien, o tal vez la suerte que tenía.

Se esperaba un discurso del flamante presidente, tal vez para responder a Dilma. Pero hoy Temer era tan feliz que no quería meterse en peleas, como si ella no existiera. Apenas hizo un breve juramento, firmó la toma de posesión y se fue del Congreso en una sesión relámpago que no duró más de 10 minutos.

Seguramente Dilma merece este impeachment. Pero muy probablemente los que lo han organizado son más corruptos aún, incluido el propio Temer.

El pueblo de Brasil lo sabe, y aunque la popularidad de Dilma estaba por los suelos, la del nuevo gobierno no está mucho mejor. Michael Temer tiene la difícil misión de repuntar la economía del país, quitarse la vitola de traidor y mejorar su aceptación popular antes de las elecciones de 2018.




En esos próximos comicios ya no irá en la misma papeleta de Dilma Rousseff sino que posiblemente se tendrá que enfrentar a ella.



22:11


Firmado: David Rubio

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